Cuando nos enfrentamos a un problema, uno puede pensar en soluciones de corto, mediano y largo plazo.
En el extremo más cercano, las soluciones de corto plazo generalmente se piensan como maneras de mitigar o minimizar cuanto antes los efectos de ese problema; muchas veces adoptan la forma de prohibiciones o decretos fuertes sobre los comportamientos.
En el extremo más lejano, las de largo plazo se proponen para lograr cambios más permanentes, con un carácter más bien preventivo u orientador.
En un almuerzo de ACDE estos días, se discutió acerca del rol de un determinado grupo poblacional en las empresas, y en particular de la problemática del bajo porcentaje de ellos en puestos de liderazgo.
En determinado momento, se mencionó el caso de una empresa textil que había decidido que un rol directivo vacante debía ser ocupado justamente por un representante de ese grupo. Un “cupo”.
Frente a la problemática planteada, definitivamente esta es una acción de corto plazo: la empresa consigue tildar el casillero de haber aumentado el % de esa minoría en puestos directivos.
La cuestión fundamental radica en que rara vez problemas que puedan tener soluciones de corto, mediano y largo plazo sean problemas “simples”. La mayoría de estos problemas son uno de los tantos efectos de un sistema complejo: un sistema en donde interactúan muchas partes, que empieza con un set de condiciones iniciales, que va evolucionando, que ve aparecer y desaparecer nuevas entidades, y que como resultado de la interacción actual genera un determinado resultado — output — que para nosotros es problemático.
Cuando uno interviene en uno de estos sistemas con una solución de corto plazo, uno se está centrando en una parte reducida del sistema, forzando su comportamiento; pero justamente la característica de un sistema complejo es que acciones muy concretas en un parte del sistema pueden generar consecuencias inesperadas y de gran impacto.
Esta línea de razonamiento es lo que se conoce como pensamiento de segundo orden, frecuentemente citado por Taleb.
En este caso, la intervención del “cupo” crea al menos dos problemas de alto impacto:
1. Desempeño propio de la persona.
Esa vacante existe porque hay una necesidad concreta en la organización de generar un determinado valor. Teóricamente, si el esfuerzo de reclutamiento se hace a conciencia y no existen sesgos, se intentará encontrar una persona — independientemente del grupo poblacional al que pertenezca — con la que se pueda realizar el contrato laboral. Permitir que sólo determinadas personas puedan ocupar ese rol sólo puede producir iguales o peores resultados que eliminando esa restricción.
Las organizaciones buscan que en cada rol esté la persona que mayor valor puede agregar. Si conscientemente restrinjo el rango de elección de personas para ese rol, debo restringir el impacto esperado de ese rol, de lo contrario habré cumplido con cumplir con el “cupo”, y, al mismo tiempo, estaré creando un problema de desempeño: el esperado para es rol versus el que la persona puede dar.
Esto es un inconveniente para ambas partes que firman ese contrato.
2. El mensaje hacia la organización.
Si el orden de valores para contratar a una persona es primero cumplir con un cupo y luego la capacidad de la persona, ¿cómo va a hacer el/la máxima responsable de la organización para pararse frente a todos sus colaboradores y hablar de meritocracia? ¿Cómo podría hablar de ser los mejores en lo que hacen?
¿Cuántos colaboradores se van a empezar a preguntar si fueron elegidos porque eran los más apropiados para el puesto o porque había que completar algún cupo?
Soluciones de largo plazo
Las soluciones de corto plazo son las primeras en aparecer, pero una forma de llegar a las de largo plazo es preguntarse cuáles son las razones primeras por las cuales el sistema se comporta de esta manera; qué creencias, reglas, sentimientos, estructuras, o mandatos están creando las condiciones para que este problema ocurra.
Si nos imagináramos el sistema evolucionado en donde ese problema no existe, ¿cómo sería este sistema? ¿Qué características tendría? ¿Cómo se comportaría? ¿En qué se mostraría distinto al sistema actual (además de justamente la ausencia del problema)? ¿Qué decisiones habría que tomar hoy para que ir generando ese comportamiento?